jueves, 10 de noviembre de 2016

PRÓLOGO




Me encontraba en medio de una ciudad desconocida entre un mar de gente que iba y venía de prisa. Unos conversaban en voz alta por teléfono, otros caminaban sin desviar su mirada del frente y algunos paseaban a sus mascotas. No reconocía ningún rostro, no sabía donde me encontraba, mi mente daba vueltas y comencé a marearme. Entonces la vi. Mamá. Lucía hermosa como siempre, pero se le veía más joven. Me alegré al verla, la echaba mucho de menos. Ella parecía andar haciendo mandados. 

—¡Mamá! —Grité entre la muchedumbre.— Ella siguió su camino sin parecer haberme escuchado. Rápidamente la seguí, gritando mientras me abría paso entre la gente.— Mamá, espera. —Al alcanzarla le tomé el brazo. Ella se volteó, mirándome con el ceño fruncido.

—Creo que te equivocaste…  —Me respondió con su vista puesta en la mano que tenía alrededor de su brazo. De inmediato la solté. 

—Mamá soy yo, Daena… —Le dije. Ella me miró confundida.— Soy tu hija, mamá.

—Usted está equivocada señorita, yo no tengo hijos. Me debe estar confundiendo por otra persona, disculpe. —Dijo ella retirándose. No entendía lo que sucedía. Mamá no me reconocía. Se me hizo un nudo en el estómago y la seguí, llorando.

—Mamá por favor, no te marches. Te extraño. ¡Mamá! ¡Por favor! Raynee y yo te necesitamos.

Su paso era rápido y constante y me era difícil seguirla. Ella entró a un edificio y yo entré tras ella. Se subió al elevador y se cerraron las puertas, pero tras ver el piso al que se dirigía, subí en el otro elevador. Cuando se abrieron las puertas al llegar al noveno piso del edificio, salí rápidamente y miré a ambos lados. La divisé entrando a una habitación y de nuevo la seguí. Cuando entré en la habitación ella yacía junto a la ventana abierta, con su espalda hacia mí. El viento que entraba por el ventanal hacía danzar sus cabellos y su vestido azul revoloteaba.

—Mamá… —Susurré. Ella me miró por encima de su hombro, se subió al borde de la ventana y desapareció, consumida en una luz blanca cegadora. Corrí hacia la ventana y miré hacia abajo pero ella no estaba en ninguna parte.

—¡Mamá! ¡NOOOO! ¡Mamá, por favor vuelve, te necesito! Ya no puedo más… —Las lágrimas corrían descontroladamente por mis mejillas. Podía sentir el gélido viento golpear mi rostro. 

—¡Daena! —Escuché una voz masculina gritar a lo lejos.— ¡Daena!

Inmediatamente desperté del sonambulismo en el que me encontraba. Estaba parada al borde de la ventana de mi habitación. El vértigo me invadió y mi pie resbaló. Mi padre rápidamente me tomó en brazos y me entró en la habitación. Lo abracé fuertemente. 

—Papá… —Solté sollozando.

—Tranquila cariño, fue sólo un sueño. Ya estás a salvo. —Dijo acariciando suavemente mi cabello. 

—¿Papá? —Escuché la voz de mi hermana Raynee entrando en mi habitación.— ¿Qué sucede?

—Era Mamá, Papá. La vi, pero e-ella desapareció…

—Shhhhhh…tranquila. Ven, acuéstate Dae. —Dijo él guiándome hacia la cama. Mi hermana se acercó y se acostó a mi lado. Colocó un brazo sobre mí. 

—Todo va a estar bien D, no te preocupes. —Susurró a mi oído con su dulce voz.

Envuelta en los fuertes brazos de mi padre y con mi hermana a mi lado, pronto me quedé dormida. Esta vez para despertar al día siguiente. 

Abrí mis ojos, aún estaba en mi cama, a salvo. Me encaminé hacia el baño de mi habitación y miré mi apariencia. Además de mi cabello negro totalmente desgreñado, mi tez blanca estaba extremadamente pálida, mucho más de lo normal. Mis labios eran de un color morado y tenía ojeras debajo de mis ojos. De repente me mareé y me tomé del lavabo. Un fuerte dolor de cabeza me atacó, así que me enderecé y me dirigí a la habitación de mi padre a buscar algún medicamento para aliviar el dolor. Al salir de mi habitación escuché la voz de Papá. 

—Sí, en la ventana cuando entré a su habitación. —Dijo, luego hubo un momento de silencio.— No sé, sólo dijo que había visto a Rachel. —De nuevo silencio.— ¿Crees que sea necesario llevarla al psicólogo?…Claro, han sufrido mucho por la pérdida de su madre.

Lentamente bajé las escaleras hacia la planta baja de donde provenía la voz. 

—Sí, tienes razón, gracias. Llamaré luego para pedir una cita con ella… 
Bueno ha-hablamos después, gracias de nuevo. —Se despidió mi padre de la persona al otro lado del auricular y colgó su teléfono.

—¿Cómo te sientes, cariño? —Inquirió. De repente se me olvidó el dolor de cabeza que tenía.— ¿Crees que me he vuelto loca Papá? —Le pregunté sintiéndome un poco triste.

—No, hija, para nada.

—Entonces, ¿porqué me quieres llevar a terapia? Eso es sólo para los locos.

—No, cariño…pienso que deberías visitar un psicólogo, para que converses acerca de lo que sientes, que reconozcas lo que te atormenta. La madre de Leen me recomendó una psicóloga muy buena y dice que te ayudará mucho a resolver lo que sientes.

—¡No! —Respondí enfurecida.— No quiero hablar con nadie, no quiero ir donde una psicóloga…

—Pero hija, ya son varios meses que no puedes dormir por las pesadillas, y anoche me asusté mucho. Si no hubiese llegado en ese momento no sé que te pudo haber pasado. —Sus ojos comenzaron a inundarse.— No me perdonaría jamás si algo llegara a pasarte. —Corrí hacia él y lo abracé.

—Bueno Papá, iré a terapia, pero si siento que no me está ayudando en nada hablar con una completa desconocida no asistiré más a las sesiones.

—De acuerdo. Sólo quiero que estés bien.


Después de tomar un desayuno ligero, tomé las llaves del auto que Papá me había regalado el año anterior para salir rumbo a la secundaria. 

—Raynee, vamos. —Anuncié hacia la segunda planta de nuestra casa para que mi hermana se apresurara.

—Enseguida bajo. —Gritó ella de vuelta.
Me despedí de Papá y me encaminé hacia el auto. Esperé a mi hermana un par de minutos y finalmente subió del lado del copiloto. Viajamos en silencio salvo por la radio que iba encendida y Raynee Bo cantando en voz baja al ritmo de las canciones que pasaba la emisora. Dejé a Raynee en su institución a unas cuadras de mi secundaria y luego continué mi camino. Le subí a la radio y comencé a cantar la canción que sonaba hasta llegar al estacionamiento de la secundaria de Lahaina, donde me estacioné. Bajé del auto e inmediatamente divisé el coche de la madre de Leen, mi mejor amiga. Aileen y yo habíamos formado una amistad cercana desde el primer día que me mudé a Lahaina en Hawaii, hace siete años atrás. Era una típica chica isleña de un largo cabello castaño con reflejos rubios naturalmente decolorados por la combinación de agua de mar y sol. Su rostro reflejaba la inocencia que aún con diecisiete años seguía teniendo. Leenie siempre andaba alegre, lo cual me había ayudado a recuperar un poco de la felicidad que había perdido. A ella le gustaba complementar su atuendo con accesorios en el cabello, collares y brazaletes, pero en mi opinión su mejor accesorio era su sonrisa. 

—¡Leen! —Exclamé mientras corría hacia ella. Inmediatamente Leen giró sobre sus pies y me miró. Corrió hacia mí y me abrazó fuerte. Cuando logré soltarme de su abrazo de oso, miré la preocupación en sus pequeños ojos almendrados.

—Amiga, ¿cómo estás? ¿Cómo te sientes? Me tenías tan preocupada desde que escuché esta mañana lo que te pasó…

—Tu mamá te contó…  —Dije poniendo los ojos en blanco. Lo último que quería era que toda la institución pensara que me estaba volviendo loca si se enteraban de esto.

—¡Claro que me contó! ¡Soy tu mejor amiga! ¿Cuánto tiempo llevamos siendo mejores amigas, siete años? Es obvio que necesitaba saberlo…  —Comenzó con tono de reproche. 

—Ya, bueno, supongo que tienes razón. —Le dije.— Pero no quiero que toda la escuela se entere de esto. No fue nada…  —Dije convenciéndome a mi misma más de lo que convencía a Leenie.— Sí tranquila, nadie sabrá por parte mía.

—¡Dae! —Escuché la voz de mi amigo Xavier gritar detrás de mí. —Oye, ¿cómo estás? ¿No te ocurrió nada? —Dijo entre jadeos al llegar junto a nosotras.

—¡¿Qué?! ¿Cómo te enteraste? —Inquirí e inmediatamente miré a mi mejor amiga.— ¿Qué pasó con que nadie se enteraría de parte tuya?
—¡Ay! Pero si es sólo X...Además te dije eso hace como dos minutos y ya le había dicho a Xavier, no podía revertirlo. 

—¡Ugh! Pero de veras Aileen, ¡a nadie más!

—Sí, sí, tranquila…

—Pero Dae ¿estás bien? —Preguntó X de nuevo.

—Sí, no fue como que me lancé de la ventana, sólo me paré al borde de ella…  —Solté como queriendo hacer una broma de mi episodio la noche anterior. Ninguno de mis amigos rió.

—Oye, pero la Sra. Roxanne es una excelente psicóloga. Hace unos años atrás sacó a mi madre de una depresión terrible. Yo creo que te hará bien ir.

—¿Te van a mandar al hospital de locos?- Inquirió X con tono de burla.

—No, tonto. Roxanne es una psicóloga, no una psiquiatra. —Le respondió Leen con gesto de eres-un- idiota.

—No pienso que sea necesario… —Dije.— Pero Papá está preocupado, así que accedí a ir a terapia con ella.


—Que bueno. —Dijo mi amiga sonriente.— Vas a ver que te va a hacer bien…

2 comentarios:

  1. Empezó con algo de intriga y suspenso
    Me hubiera gustado un intro de la vida de la mamá y la descripción del cuarto de la prota... Me gustaria saber si sera un relato o una historia completa me encanto el fondo que usaste le da un toque misterioso.. Sin duda seguire leyendo haber que depara la historia

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    1. Hola MissSindy, es una historia completa, este recién es el comienzo. También publiqué el primer capítulo :) y los personajes!

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