jueves, 10 de noviembre de 2016

Iniciativa Seamos Seguidores



Tal y como ya explica en el blog original, la idea de esta entrada es que nos ayudemos entre bloggers. Esto es muy facil, consiste en que ustedes sigan mi blog y comenten esta entrada con el link a su blog y yo también los sigo. 

Después, ustedes se llevan esta imagen y esta explicación a una entrada en su blog para que otros bloggers los sigan y ustedes sigan a los que les comenten. 

No tienen que enlazar nada ni nombrar a ningún otro blog. Si quieren pueden poner esta imagen como banner, pero sería para que otros bloggers encuentren mas fácilmente su entrada. ¡Solo es publicar y devolver!

Así que ya saben. Solo hace falta darle al botón de seguir, comentar en esta misma entrada y sin duda yo también pasaré por el suyo a seguirlos. 

¡Gracias de antemano a todos!

CAPÍTULO 1- ROXANNE



Habían pasado tres días desde mi episodio. Papá y yo esperábamos en la sala de espera mientras la psicóloga que la Sra. Kaeo le había recomendado terminaba la sesión anterior a la mía. Lo único que pensaba era que me parecía absurdo haber llegado a este punto, no quería estar ahí, había accedido a venir únicamente para que mi padre estuviera tranquilo de que no me suicidaría. En ese momento se abrió la puerta y salió una mujer de aproximadamente unos años mayor que yo, cubriéndose la cara. Se volteó de nuevo hacia la sala y abrazó a una señora mayor que ella, quien aún estaba dentro de la habitación.
—Gracias. —Le dijo la joven sollozando. Giró de nuevo y se dirigió a la salida.

—Daena Summers. —Llamó la señora junto a la puerta de la habitación. La miré y luego a Papá, esperando que me dijera que no era necesario ir, pero no dijo nada.

—Nos vemos más tarde Papá.

—Bueno, hijita. Te amo y no tengas vergüenza, la psicóloga está para ayudarte. Cuéntale todo lo que necesites. Desahógate. —Dijo antes de darme un beso en la frente y salir por las puertas en la entrada del edificio.

—Pase adelante. —Me indicó la mujer dirigiéndose a su escritorio. Tomó un lápiz y una libreta de apuntes y tomó asiento en un sofá en el centro de la sala. Yo entré y cerré la puerta detrás de mí, caminado lento hacia el centro de la habitación.

—Ven, no seas tímida. Toma asiento. —Dijo ella, haciendo un gesto hacia un sofá más grande frente a ella. Hice lo que me indicó.— Buenas tardes, Srta. Summers, mi nombre es Roxanne Torres. —Comenzó y levantó su mirada de su libreta hacia mí.— ¿Qué te parece si comenzamos?

Asentí con la cabeza. 

—Bueno, ¿porqué no comienzas contándome sobre ti? ¿Cuántos años tienes? ¿Donde vives? ¿De donde eres? ¿Qué te gusta hacer? ¿Cuántos hermanos tienes?

Me observaba sobre sus lentes de lectura mientras hablaba.

—Bueno, soy Daena Summers. Tengo dieciséis años; vivo en Lahaina pero soy de Washington. Me gusta leer…

—¿De veras? ¿Qué tipo de libros te gusta leer?

—Me gusta leer novelas y libros de misterio y ciencia ficción.

—¡Interesante! —Replicó y a la vez escribía en su libreta.— Continúa…

—Mmm…tenga una hermana.

—¿Menor o mayor? —Inquirió sin levantar su mirada.

—Menor…Es tres años menor. —Respondí.

—¿Y cómo se llama tu hermana?

—Raynee Bo…

—Que lindo nombre, ¿tiene algún significado especial? Nunca había escuchado ese nombre.

—Sí. —Contesté.— Significa preciosa lluvia. Es una mezcla de inglés y mandarín.

—Oh, que hermoso. ¿Y quién escogió el nombre de Raynee?

—Mi madre. A ella siempre le gustaron los nombres exóticos y únicos.

—Mmm ya veo. Bueno, porqué no me cuentas un poco sobre tu niñez. ¿Cómo describirías tu niñez?

Se me hizo un nudo en la boca del estómago al pensar en cómo responder esa pregunta. No quería recordar mi niñez.

—¿Daena?

—Ya no quiero seguir con esto. Discúlpeme, Sra. Roxanne, pero no creo que esto sea necesario para mí. Y-yo estoy bien…¿Me puedo retirar? —Dije un poco enfadada y comencé a levantarme de mi asiento.

—Claro, te puedes retirar si gustas. Pero Daena, tú estás aquí porque tu padre está preocupado por ti. Lo que sucedió pudo haber terminado en algo grave…Creo que necesitas esto. Tu padre necesita asegurarse de que estés bien emocionalmente y no vivir preocupado por ti cada minuto de su vida.
Estaba furiosa. ¿Porqué tenía aquellas pesadillas? Porqué tenía que preocupar a mi padre. Quería salir huyendo de ahí, no quería hablar de mi pasado con una desconocida. No quería hablar de mi pasado con nadie. Pero reflexioné sobre las palabras de Roxanne. Tenía razón. No podía permitir que mi padre viviera temiendo por mi vida. Lentamente y contra mi voluntad tomé asiento de nuevo. La Sra. Roxanne me miró sobre sus lentes.

—¿Continuamos? —Inquirió. Asentí con la cabeza y miré mis manos que estaban sobre mis rodillas.— Entonces, ¿quieres contarme acerca de tu niñez?

Me tomé un momento antes de hablar. Tragué fuerte. Me era muy difícil recordar mi pasado, y aún más hablar de él. 

—¿Cuál es el recuerdo más feo que tienes de tu niñez? —Me preguntó Roxanne.

—Tyler… —Susurré.

—¿Perdón? No te escuché.

—Un chico llamado Tyler…Tyler Masey. —Respondí. Fruncí mis labios para evitar soltarme en llanto. 

—¿Y porqué es este chico tu recuerdo más desagradable? ¿Qué sucedió con Tyler que te marcó tanto?

—Tyler…era mi vecino. Lo conocí cuando éramos infantes… Su padre y el mío eran socios en una empresa. Se conocieron en la secundaria y desde entonces han sido grandes amigos. Luego de la universidad ambos se casaron y tuvieron sus hijos, pero nunca se distanciaron. Todos los fines de semana los visitamos o ellos a nosotros. Tyler y yo íbamos en el mismo curso de cuarto grado en la escuela, nuestras familias asistían a la misma congregación…Ver a Tyler se convirtió en una tortura para mí. Yo no sé que tenía él contra mí… Él y sus amigos…me-me maltrataban, física y verbalmente. 

Las lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas al recordar mi horrible niñez. Los recuerdos inundaron mi mente al igual que el dolor: 

—¡Torpe! —Exclamó Tyler luego de botar el cuaderno de mis manos hacia el suelo. Me levanté completamente enfurecida del columpio en el que estaba sentada mientras dirigía mi mirada hacia Tyler.

—¡Que tonta! —Replicó Alex, otro niño de mi clase, entre risas. Los otros tres niños que los acompañaban también comenzaron a carcajear. Ignorándolos, me incliné para juntar mi cuaderno. THUP! Una escupa cayó sobre mi cuaderno seguida por otras tres.

—¡Suficiente! —Les ordenó Tyler. No me atreví a mirarlo así que permanecí arrodillada con las manos en mi cuaderno. En ese mismo instante sonó el timbre de la escuela que indicaba que el receso había acabado y debíamos colocarnos en filas. 

Los niños salieron corriendo y apenas recogí mi cuaderno los seguí hacia la fila. Mientras corría, contemplé a Tyler con tanta furia que sentí que me incendiaba. Me coloqué en mi lugar asignado en línea, detrás de Clarisa Samberg y delante de Alex Tampa. 


Tomé un pañuelo de la caja puesta previamente sobre la mesa frente a mí, y sequé mis lágrimas. 

—Tyler tenía cuatro fieles seguidores, quienes también eran mis compañeros de curso. Alex, Sean, Andrew y Johnny. Sin él eran indefensos, pero juntos me hacían la vida miserable. Tyler era el niño más fuerte del cuarto grado. Se había enfrentado con un niño de sexto grado y con movimientos aprendidos en su clase de artes marciales consiguió que el chico se rindiera después de unos cuantos golpes; así que sus amigos le obedecían en todo por miedo a lo que les podría pasar si no lo hacían.

—Mmm…dijiste que te maltrataban física y verbalmente…  —Dijo la psicóloga repasando sus notas.— ¿Qué te hacían específicamente?

—En distintas ocasiones llegué a mi casa con moretones en mis brazos porque Tyler me golpeaba. Nunca se lo conté a mis padres, les mentía diciendo que me había lastimado jugando. Pensaba que jamás creerían que el querido hijo de sus mejores amigos me trataba de esa manera. Él y sus amigos me tiraban del pelo bruscamente y varias veces tuve que cortarlo porque habían colocado su goma de mascar en mi cabello jugándome una broma. Me tiraban al suelo o me hacían tropezar y me escupían, mientras los demás niños se burlaban de mí.

—Los demás niños, aparte de los amigos de Tyler, también se burlaban de ti. —Inquirió Roxanne con cara de asombro.

—Sí, al parecer Tyler los tenía a todos amenazados. Les decía que yo era una bruja y que tenía gérmenes y piojos para que no se me acercaran. Ninguno de los niños quería jugar conmigo…

—Mmm, entiendo…Bueno, suficiente acerca de Tyler. Mejor cuéntame del mejor recuerdo de tu niñez. 

—Mmm, mi mejor recuerdo…es de una vez que fuimos con Mamá y Papá a un lugar secreto que quedaba cerca de nuestra casa. Papá solía decir que era un lugar mágico, y que nadie lo conocía más que nosotros. Cerca de nuestra casa, al cruzar un denso bosque llegabas a una playa hermosa. Recuerdo la primera vez que Papá nos llevó a ese maravilloso lugar. Fuimos de picnic, Mamá hizo unos emparedados de pavo exquisitos. Papá nos llevó a dar un paseo en su canoa, Mamá lucía hermosa en su vestido blanco que combinaba perfectamente con su resplandeciente sonrisa entre sus labios rojos. Su cabello rojizo relucía bajo los rayos del sol. Papá había llevado su guitarra y después del paseo en bote, cantamos los cuatro alrededor de una fogata hasta que se puso el sol. Ese día la pasamos muy bien.

—Suena encantador. —Dijo Roxanne.

—Ese lugar se convirtió en mi lugar sagrado. En mis días malos, me daba un paseo por aquel bello lugar. Caminaba por la playa, luego me sentaba a escribir. Como había dicho Papá nadie conocía ese sitio. Es el lugar más bello que he visto. Usualmente cuando iba me sentaba sobre las rocas, de ahí tenías la mejor vista. Al noroeste, los bellos bosques situados al otro lado de la bahía. Frente a mí, al oeste, observaba el atardecer, viendo como el sol desaparecía en el horizonte dejando atrás la oscuridad de la noche. En ese sitio lleno de bellezas y cosas inimaginables, todo —los peces zigzagueando en el agua clara como el cristal, los pajarillos volando cerca de los bosques silbando sus dulces, melodiosos cantos, las flores silvestres bailando con el viento a mi alrededor, el aroma de humedad atrapado por la fuerte fragancia floral, y, al cerrar mis ojos y respirar, sentía el aire abrigado y abrasador que me rodea hasta consolarme— absolutamente todo me inspiraba y me ayudaba a despejar de mi mente y a sentir una plena felicidad…

—Veo que te hace muy feliz pensar en ese lugar. Te cambió por completo el semblante. —Comentó la Sra. Roxanne con una sonrisa.

—Sí. Al estar en ese lugar, me sentía intocable, feliz. Se me pasaba volando el tiempo. Perdía noción de todo, y Raynee me llegaba a buscar para ir a cenar al atardecer.

—¿Tú y tu hermana son muy unidas? Cuéntame más sobre Raynee y tus padres.

Me recosté sobre el respaldar del sillón y comencé a recordar de nuevo. 

—¡¿Qué te pasa?! ¿Porqué no vuelves a casa? ¡Siempre te tengo que venir a buscar yo…No me gusta! —Se había quejado.

—¡Perdóname Raynee! Te prometo que trataré de no volver a perder noción del tiempo…

—Hmm… ¡Ok! ¡Te reto a una carrera a casa! ¡La que llega de última es una gran tonta! —Ray carcajeó con entusiasmo. Su risa era como la risa de niña que sólo escuchas en películas. 

Yo había llegado de última esa vez. 

—¡Ja ja te gane! Eres una gran tonta Dae… —Exclamó Ray al haber llegado a casa.

—Sí… ¡Me ganaste! Eres muy rápida Ray… ¡eso no es justo! —Me quejé falsamente para seguirle el juego.

—Pero Dae… —Vaciló antes de abrir la puerta.

—¿Qué Bo? —Le pregunté limpiándome los zapatos en el felpudo.

—Aunque seas una gran tonta…yo te quiero. —Rió dulcemente. 

Antes de poder contestarle ya había entrado a la casa y de una vez se puso a hablar con mi madre.

—Yo también te quiero Bo. —Susurré. 


—Sí, se podría decir que Ray y yo somos muy unidas. Sólo nos tenemos la una a la otra, así que nos apoyamos mucho. —Finalmente respondí.— Nos llevamos bien a pesar de lo diferente que somos. Ella se parece más a mi padre en su forma de ser, pero físicamente es ver a Mamá. Su cabello rojizo es largo y ondulado, su tez tan pálida que parece la de una frágil muñeca de porcelana, y sus ojos celestes como el agua de un mar cristalino. Mi familia siempre fue muy unida. Siempre hacíamos cosas juntos como noche familiar de juegos de mesa, hacer un picnic en algún lugar ó tiempo de preguntas a la hora de cenar. No teníamos mucha familia cerca de nosotros en Washington, excepto la Tía Mary, la hermana mayor de madre, que vivía a veinte minutos de Olympia, a quien visitábamos de vez en cuando. Pero a Papá y Mamá les gustaba mucho compartir con los Maseys. Cenábamos juntos casi todos los fines de semana.

—¿Y cómo te hacia sentir eso? ¿Enfadada? ¿Traicionada? ¿Afectaba eso en tu relación con tu familia?

—Enfadada, sí, y desanimada. Detestaba la idea de tener que volver a ver a Tyler. No afectó mi relación con mi familia en general, eran sólo esos momentos en los que Tyler estaba cerca.

—Entiendo.

—Sabes, no siempre fue así. —Continué hablando.— Tyler no siempre me cayó tan mal. Hubo un tiempo, cuando éramos infantes, en el que siempre jugábamos juntos. Luego cuando teníamos unos ocho años sus padres decidieron adoptar un niño. Siempre quisieron tener más hijos pero la Sra. Masey no pudo quedar embarazada nuevamente. Así que adoptaron a Michael, quien es sólo un año menor que Tyler, y desde entonces todo cambió. La gente decía que era una etapa en la vida de Tyler, que se le pasaría con el tiempo. Él estaba acostumbrado a ser el niño mimado de papá y mamá, tener un hermanito menor no estaba en sus planes, además de que este niño ni siquiera era su hermano verdadero. Pero nunca se le pasó…

—Entiendo. Excelente Daena. Viste que no fue tan difícil tener esta conversación. Ya se nos pasó la hora, pero la próxima semana tendremos otra sesión. —Concluyó Roxanne. No podía creer que ya había acabo la sesión. Aún desconcertada por lo expedito que fue. Me levanté del sofá y seguí a Roxanne hacia la puerta.

— Gracias Roxanne.

—Con gusto, Srta. Summers. Nos vemos en unos días.
—Nos vemos. —Me despedí. Al salir de la sala vi a mi padre sentado en una silla en la sala de espera. Me miró y de inmediato se levantó.

—¿Y…qué tal, cómo estuvo? —Preguntó ansioso.

—No estuvo tan mal. —Le dije alzando mis hombros. Le esbocé una sonrisa y él me abrazó guiándome hacia la salida.

—Que bueno, me alegro. —Respondió. 



Pestañeé un par de veces intentando abrir mis ojos, pero me pesaban los párpados. Abriendo solamente un ojo, levemente levanté mi cabeza para mirar el reloj sobre mi velador. Las 10:30am. Dejé caer mi cabeza sobre mi almohada nuevamente. Era sábado y no había necesidad de levantarse temprano.

—¡X! —Exclamé haciéndome parada de la cama cómo relámpago. Mi mejor amigo Xavier, había nacido y crecido en Maui y había aprendido a surfear desde que era un infante. Hoy era su último torneo de surf de la temporada de invierno y me había demandado estar ahí para apoyarlo junto a Leen. En ese momento sonó mi teléfono móvil. Comencé a buscarlo desesperadamente, tirando las almohadas de mi cama al suelo y deshaciendo por completo mi cama hasta que finalmente lo divisé sobre el velador junto al reloj despertador. Me lancé sobre la cama y estiré mi brazo al máximo para alcanzarlo, deslicé mi dedo índice sobre la pantalla.

—D, ¿estás lista? —Preguntó mi mejor amiga Aileen desde el otro lado del auricular.— Recuerda que el torneo comienza a las once.

—Obvio que estoy lista, enseguida bajo… —Le mentí.

—¿En serio? ¿Irás en tus pijamas? —Inquirió con tono burlón. 

—¿Cóm-…Qué ray-...?

—La ventana, Dae.

Miré por la ventana y vi a Leen sobre la vereda, mirándome de vuelta. Cortó la llamada y se encaminó hacia la puerta principal de mi casa. Escuché el timbre resonar por toda la vivienda. Me acerqué a la puerta de mi habitación y abrí. Escuché la voz de Papá, conversando con Leen y luego unas pisadas subiendo las escaleras. Leen se asomó por las escaleras y me miró como diciendo porqué-no-estás-lista. Le esbocé una sonrisa, avergonzada. 

—Apresúrate. X debe estar buscándonos como un loco entre el gentío. —Dijo saludándome de un abrazo.

—Lo sé. Lo sé. —Dije y enseguida corrí a alistarme.

—¿Crees que ganará? —Inquirió Leen mientras arreglaba su maquillaje frente al empañado espejo en mi cuarto de baño.

—No lo sé. La competencia está ruda, pero personalmente creo que X ganará. —Exclamé desde la ducha, enjuagándome el champú.

—Yo creo que ganará el australiano, el rubio. —Opinó Leen.

—¿Mark?

—¡Daena! —Gritó Leen corriendo la cortina de baño e inmediatamente la tomé y me tapé con ella.— ¿Cómo te sabes su nombre, acosadora?

—Continúa hermoseándote. —Le ordené.— Déjame ducharme.

—Ya, ya. —Respondió y continúo su sesión de embellecimiento frente al espejo.— Pero en serio dime cómo te sabes su nombre.

—¡Ay, Leenie! ¿No anuncian todos los nombres de los surfistas al iniciar la competencia?

—No, no, no. Eso no fue un ¡Oh! Mark el surfista, eso fue más cómo un oh, Mark. Cómo quien conoce al chico. Como si te hablara de X o algo así.

Me eché una risa y cerré la llave.

—Tengo razón, ¿cierto?- Insistió mi amiga.— ¿Lo conoces?

—No lo conozco…  —Respondí, finalmente afirmando la sospecha de Leen.— Conversé con él un rato después del torneo anterior. Pero no fue nada. No es como que somos amigos.

Salí de la ducha, colocándome la toalla alrededor del cuerpo.

—Uuuu… ¿y hablarás con él hoy? —Preguntó Leen levantando sus cejas varias veces.

—No lo sé. No creo.

—Deberías presentármelo, obvio que sólo si tú no estás interesada.

—No te lo presentaré.

—¿Porqué no? ¿Te gusta?

—No, Leen. Sólo no te lo presentaré.

—Ay ya, no seas egoísta. Si tú no lo quieres entonces préstamelo. —Me dijo sonriente, guiñándome un ojo.

—No. —Repliqué y me dirigí hacia mi habitación.

—Hagamos esto…  —Continuó insistiendo. Puse mis ojos en blanco y preparé mi bolso mientras ella seguía hablando.— Si X gana, como tú dijiste, entonces no me lo presentas. Pero si Mark gana, como yo predigo, entonces tienes que presentármelo. ¿Trato hecho?

—Si, bueno. —Respondí casi por inercia para darle fin a la conversación.

Bajamos al primer piso y salimos para subirnos a mi auto. Llegamos un poco pasada la hora de comienzo y los participantes, incluyendo a X, ya estaban en el agua preparándose. Logré divisar a mi apuesto amigo. Las gotas de agua resplandecían sobre su piel morena. Su ancha espalda estaba vuelta hacia nosotras, luego inclinó su torso contra la tabla para adentrarse en el agua hacia las grandes olas. Sus fuertes brazos remaban a ambos lados de su tabla. Lo observamos mientras zigzagueaba sobre la ola. Las fanáticas esparcidas por la playa aplaudían con entusiasmo. 

—Ha llegado el momento de darle inicio al vigesimoquinto campeonato de surf en Maui, Hawai. —Resonó la voz del anunciador por toda la playa.— Démosle un gran aplauso a nuestros concursantes y finalistas de este torneo. Ahora les pediré a los chicos que por favor salgan del agua para comenzar este gran evento.

Los chicos comenzaron a salir uno a uno del mar. 

—¡X! —Gritó Leen demasiado cerca de mi oído. Comenzó a saltar, agitando sus manos en el aire, para hacerle saber a nuestro amigo donde estábamos. Xavier alzó la vista y sacudió su cabello. Entrecerró sus ojos para mirar mejor —una mala maña que tenía —y una sonrisa se comenzó a formar en las comisuras de sus labios. 

—¡Llegaron! —Exclamó mientras llegaba corriendo hacia nosotras.— Pensé que ya no vendrían.

—¿Cómo se te ocurre Mahuiki? Es obvio que tus dos mejores amigas van a estar para apoyarte. —Le contestó Leen y se le tiró encima para abrazarlo.

—Hola Dae. —Dijo X enterrando la punta de su tabla en la arena. Leen se hizo a un lado.

—Hola. ¿Cómo estás? ¿Te sientes preparado? —Inquirí sintiéndome intimidada por su intensa mirada.

—Estoy entusiasmado. Ya quiero entrar al agua y montar la ola. —Respondió con frenesí.

—¿Crees que ganarás? —Le preguntó Leen, observando al chico que surfeaba primero.

—No lo sé.- Replicó el moreno.— Está difícil. Estos chicos son buenos. La competencia está complicada.

Permanecimos los tres juntos mirando cómo los otros competidores montaban sus olas y hacían sus maniobras en el agua. X no parecía estar nervioso. 

—Démosle un aplauso a Joshua Thompson representando a ésta gran isla. A continuación le damos la bienvenida a nuestro concursante número siete, Xavier Mahuiki. 

X tomó su tabla. 

—Suerte X. —Exclamó Leen.

—Gracias Leenie. —Le respondió él abrazándola. Luego me miró y me guiñó el ojo. Se acercó a la orilla del mar y saludó de puño a su amigo Joshua, quien venía saliendo del agua. 

Xavier ejecutó su actuación sobre las olas a la perfección, pero luego de él concursó Mark Ledger de Australia quien también dio un gran espectáculo en el agua.

—La competencia está difícil chicos y nuestros profesionales jueces ahora tienen la complicada tarea de decidir quien dio el mejor rendimiento sobre las olas de Lahaina. Jueces, tienen quince minutos para escoger al ganador del vigesimoquinto torneo de surf de Maui. Y mientras tanto amigos, ¡disfrutemos de esta fiesta!
La gente se animó por toda la playa. La música retumbaba y todos bailaban, cantaban y bebían mientras esperaban los resultados. 

—Iré por una botella de agua. ¿Quieren algo? —Preguntó X, levantándose de la arena donde estaba sentado.— Yo te acompaño porque necesito ir al baño. —Contestó Leen.

—¿Daena?

—No, vayan ustedes. Yo los espero aquí. —Respondí. X ayudó a Leen a levantarse. 

—Bueno, ya venimos. Cuídame la tabla.

—Bueno.

Observé a mis amigos mientras se alejaban camino a la choza de refrigerios. 

—Hola linda. —Escuché una voz masculina detrás de mi. Giré la cabeza y el sol me encandiló los ojos. Levanté mi mano sobre mi cabeza y miré a Mark, el australiano, frente a mí. Él tomó asiento junto a mí en la arena y me miró medio sonriente.— ¿Qué tal? ¿Viniste a verme surfear, muñeca?

—No. —Le respondí secamente.— Vine a ver a mi mejor amigo, Xavier.

—¿Segura que no viniste aquí para encontrarte conmigo? —Inquirió él poniendo una mirada seductora.

—Estoy segura, Mark.

—Oye, Daena…me gustaría que saliéramos un día antes de que me devuelva a mi país. —Me propuso. No me gustó mucho la idea de salir con él. Mark era apuesto; alto, bronceado, pelo rubio, ojos color miel, y ni para qué mencionar su acento Australiano. La mayoría de las chicas que nos rodeaban desearían estar teniendo esta conversación con Mark, pero no era lo que yo quería.

—Sabes, Mark, no estoy interesada en salir con alguien ahora. Además de nada sirve que salgamos si tú te vas a ir a Australia de nuevo y yo me quedaré aquí…Simplemente pienso que no tiene sentido…

—¿Éstas saliendo con alguien? —Preguntó.

—No, Mark, no es eso. No estoy interesada en conocer a alguien de esa manera, es todo.

—Entiendo. Bueno, es una decepción, pero quizás para la próxima.

—Quizás…  —Le sonreí falsamente.

—Damas y caballeros… —Dijo el anunciador con voz dramática.— Ha llegado el momento que todos esperamos…anunciaremos al ganador del Torneo Vigesimoquinto de Surf en Maui, Hawai…

Mark y yo nos pusimos en pie y en ese momento Leen y X se acercaron a nosotros.

—Redoble de tambores, por favor. Y el ganador....de este campeonato...vigesimoquinto de surfeo…  —Hacia una pausa que parecía eterna después de cada tres palabras. Leen cruzaba sus dedos, X y Mark, uno a cada lado de mí, permanecían serios, expectantes.— es… —Continuó el anunciador poniéndole suspenso a sus palabras.— ¡Mark Ledger! De Australia. Un gran aplauso a Mark.

Mark subió las escaleras hacia el escenario improvisado donde le colocaron su medalla y le entregaron su trofeo.— Mark, ¿quieres decir algo? ¿Cómo te sientes?

—Pues, estoy muy contento de haber podido participar de este gran evento, junto a tantos grandes surfistas. Le doy las gracias a los jueces por haberme escogido y al público por su apoyo. Gracias a la gente de Lahaina que me han recibido con mucho cariño y me iré de vuelta a Australia con un gran recuerdo de este lugar y de sus bellezas. —Dijo Mark volteando su mirada a mí en la última frase.

—Gracias Mark. Y ahora anunciaremos el segundo lugar de este gran campeonato de surf… Redoble de tambores, por favor. —Leen y yo abrazamos a X, una por cada lado.— En segundo lugar…nuestro querido…compañero… ¡Xavier Mahuiki! Representante de Maui. —Anunció el joven por el micrófono. Leen comenzó a saltar con emoción y yo me lancé sobre mi amigo para felicitarle.

—Xavier ven acá amigo. —Le llamó el anunciador. X subió por las escaleras al escenario y se detuvo junto al joven animador.— Xavier, cuéntanos ¿que sientes en este momento?

—Bueno, primero que todo quiero felicitar a mi contrincante, Mark, excelente surfista y segundo agradecerles por la oportunidad de realizar este deporte que para mí es más que un hobby…es mi vida…es todo lo que he conocido desde que tengo memoria… —Dijo X.

—Y dime Xavier, ¿quiénes son esas chicas que te acompañaban? ¿Alguna de ellas es tu novia? —X rió por lo bajo.— No. Son mis dos mejores amigas, fieles acompañantes y mis mejores animadoras. —Respondió.

—Entonces, ¿estás soltero? —Inquirió el animador. X rió nerviosamente de nuevo y encogió sus hombros. —Mmm, no quiere decir chicas, lo lamento. Muchas gracias Xavier. —Dijo despidiéndolo de un sacudir de manos. 




El lunes después de asistir a clases debía ir a mi segunda sesión con la Dra. Roxanne. 

—Buenas tardes, Daena. —Me saludó la psicóloga desde el centro de su sala de terapia, donde yacía esperándome en su sofá.

—Buenas tardes, Sra. Roxanne.

—¿Cómo has estado? —Preguntó mientras yo me acercaba y tomaba asiento en el sillón frente a ella. 

—Bien, ¿y usted?

—He estado bastante bien. ¿Y qué me cuentas?

—No lo sé. —Respondí, con pocas ganas de hablar.

—Bueno por qué no continuamos nuestra conversación anterior…Me estabas contando de Tyler, y tu relación con él. También me contaste sobre la cercanía que tu familia tenía con la suya. Por qué no comenzamos hablando sobre tu familia. Cuéntame sobre tu madre.

—Emm…mi madre…¿que quieres saber?

—Cuéntame cómo es tu relación con tu madre.

—M-mi madre…falleció cuando yo tenía diez años. Ella murió el día de mi cumpleaños.

—Oh, lo lamento mucho Daena, no tenía idea.

—No te preocupes, fue hace mucho tiempo.

—Si no quieres hablar de ella, no tienes que…  —Me miró por encima de sus lentes.— Sólo si te sientes cómoda…

—¿Es necesario?… Me refiero para la terapia…

—Es bueno que hables de las cosas que llevas guardadas en tu interior. Las cosas que te producen rabia, melancolía, impotencia…

Miré mis manos que descansaban sobre mis piernas y suspiré.

—Mi madre era una excelente madre. Era atenta, cariñosa, amigable, carismática. Todos en el vecindario la amaban. Sufrió un accidente automovilístico el día de mi décimo cumpleaños mientras retiraba mi regalo en una joyería en el centro de la ciudad. —Tragué fuerte y cerré mis puños.

—Daena, ¿tú te sientes culpable por la muerte de tu madre?

Rompí en llanto al escuchar esas palabras. 

—Si tan sólo se hubiese quedado en casa, preparando el pastel. Si no hubiese salido a retirar el collar…

Roxanne se sentó a mi lado y me abrazó. Las lágrimas corrían por mis mejillas.

—Daena, escúchame. No tienes porqué sentirte culpable por esto. Tú no tienes nada que ver en su accidente. No hay nada que hubieses podido hacer para evitar que eso sucediera. Pudo haber sucedido mientras iba al supermercado, a recogerlas al instituto, a casa de una amiga. No hay forma de evitar ese tipo de cosas.

—La extraño mucho…  —Solté sollozando.

—Me imagino que debes echarla mucho de menos, pero no te culpes por lo que le sucedió a tu madre. —Estiró su mano hacia la caja de pañuelos y sacó uno para luego colocarlo en mi mano. Sequé mis lágrimas y nariz con el pañuelo. Roxanne tomó su libreta de notas de la mesa en el centro de la sala y se reclinó en el sofá. 

—La muerte de mi madre fue lo que nos trajo a Lahaina. Era muy duro para mi padre, para Raynee y para mí vivir en la misma casa, en el mismo vecindario en el que teníamos tantos recuerdos con Mamá. Mi padre comenzó a trabajar horas extras. Llegaba muy tarde en la noche y se iba nuevamente a trabajar más temprano de lo usual. Yo me tuve que hacer cargo de mi hermana, quien tenía sólo seis años cuando falleció Mamá. Le preparaba su merienda para llevar a la escuela y la vestía, cuando volvíamos del instituto preparaba cena para ambas. Poco tiempo después le ofrecieron a mi padre un nuevo trabajo en Hawai y el aceptó inmediatamente.

—¿Cómo te tomaste eso? ¿Querían, tú y tu hermana, mudarse a un nuevo lugar?

—Fue difícil dejar todo atrás, nunca habíamos vivido en otro lugar fuera de Olympia, pero no fue tan difícil como recordar la ausencia de Mamá cada vez que pisaba un lugar en el que había estado con ella.

—¿Y cómo ha sido todo desde que estás aquí? ¿Te adaptaste bien al cambio? —Inquirió Roxanne.

—Al llegar aquí los vecinos nos dieron la bienvenida, y ahí conocí a mi mejor amiga Aileen. Luego, en la escuela conocí a Xavier. Ellos hicieron que todo fuera más fácil para mí y pronto me adapté. Mi hermana era muy pequeña cuando sucedió todo, así que para ella fue más fácil el proceso de adaptación y de olvidar un poco el dolor. Papá poco a poco comenzó a involucrarse más con nosotras de nuevo. Volvió a ser el padre de antes.

—Que bueno. Lo poco que lo conozco parece ser un buen padre. Un papá preocupado por su bienestar.

—Sí, lo es. —Respondí.

—Bueno. Me dijiste que hiciste buenos amigos aquí cuando llegaste de Washington. ¿Ellos saben lo que pasó? ¿Les has contado a tus amigos acerca de tu niñez en Washington?

—Sí, ellos saben lo de Mamá y porqué nos vinimos aquí, todo. Es difícil que no pregunten acerca de nuestra madre, así que tuve que contarles.

—Entiendo, ¿alguien más sabe de tu pasado o de lo que te está sucediendo ahora? Otros compañeros, profesores?

—Mmm no. No hay nadie más.

—¿Cómo es tu relación con tus compañeros de clase y con tus profesores? ¿Tienes problemas conviviendo con otras personas fuera de tu círculo íntimo?

—No. Mi relación con las demás personas es normal. Converso con ellos cuando es necesario, no tengo ningún problema para relacionarme con otras personas.

—¿Y qué tal tus estudios? ¿Cómo estás llevando eso con todo lo que ha pasado?
—Creo que ha pasado suficiente tiempo para ponerme en pie de nuevo, he logrado estabilizar mi vida incluyendo mis estudios. Me enfoco mucho en mis estudios porque sé que es importante para mi futuro. No puedo permitir estancarme en el pasado y seguir viviendo en él porque tengo todo un futuro por delante.

—Me alegro escucharte decir eso. Bueno Daena ha sido muy bueno conversar contigo, en nuestra próxima sesión podremos entrar un poco más en la raíz de tus pesadillas.

—¿Hemos terminado entonces?

—Sí eso será todo por hoy. —Respondió colocando su libreta en la mesa de café frente a nosotras.

—Muchas gracias Roxanne. —Dije levantándome de mi asiento.

—Con gusto Daena. —Contestó acompañándome a la puerta de la sala.

—Hasta luego, Roxanne.

—Hasta luego, Daena. Nos vemos pronto.

Luego de la reunión con Roxanne me dirigí a la casa de mi mejor amiga Leen, para cenar con ella y su familia. Al llegar a la casa de la familia de Leen me dirigí a la puerta principal y toqué el timbre. Leen rápidamente llegó a abrir la puerta y se tiró sobre mí para abrazarme, por poco tirándome al suelo.

—Hola Leenie, ¿cómo estás? —Le pregunté.

—Bien, D. ¿Y tú cómo estás? ¿Cómo te fue en tu sesión con Roxanne?

—Me fue bien…

—¿Crees que te está ayudando la terapia? —Interrumpió. 

—Mmm sí, no he tenido un episodio desde que comencé la terapia con la Sra. Roxanne. — Contesté mientras nos adentrábamos en el vestíbulo de su casa.

—Daena, ¿Cómo estás cariño? —Me saludó la madre de Leen desde la cocina.

—Mucho mejor, Sra. Kaeo, creo que las sesiones con la Sra. Roxanne me están ayudando. Muchas gracias por recomendarle a Papá que visitara a la psicóloga. 

—De nada, cariño. —Respondió.— Tú sabes que eres como una hija más para mí, y me preocupa que no la estés pasando bien. Sólo quiero verte feliz y disfrutar tu juventud.

—Muchas gracias, de verdad.

—¿Me ayudan a poner la mesa niñas? —Inquirió. 

—Claro. —Respondimos Leen y yo al unísono.

Tuve una entretenida tarde cenando con la familia de mi mejor amiga. Era agradable disfrutar por un momento de una tarde en familia. Imaginé lo increíble que sería poder tener una tarde así con mi propia familia. La tarde se convirtió en noche y pronto tuve que regresar a mi realidad. Al llegar a casa, todas las luces yacían apagadas. Caminé por el vestíbulo hacia las escaleras y noté que el televisor en la sala de estar estaba encendido. Me acerqué a la habitación y vi a Papá dormido en el sofá. Sigilosamente tomé el control remoto del televisor y lo apagué, luego coloqué una frazada sobre Papá y me encaminé escaleras arriba hacia mi habitación.

Estaba acostada sobre mi cama y no podía dejar de pensar en lo mucho que desearía tener un momento en familia como solíamos tener en Everwood cuando Mamá aún estaba viva. Cerré mis ojos y respiré profundo.


—Mañana será un nuevo día… —Susurré.

PERSONAJES PRÓLOGO Y CAPÍTULO 1


DAENA SUMMERS / DAE / D
(se pronuncia dei-na so-mers / dei / di)


Descripción física: 16 años. Cabello negro y largo, liso. Ojos marrón oscuro, tez blanca. Altura: 1'63, aspecto general: delgada.



PAPÁ - JAMES SUMMERS
(se pronuncia ye-ims so-mers)


Descripción física: 43 años. Cabello negro, ojos achinados y de color negro, delgado, tez rosada, un poco bronceada. Altura: 1'88



MAMÁ- RACHEL SUMMERS
(se pronuncia rei-chel so-mers)


Descripción física: 1975-2009. Cabello rojo vivo y ondulado, ojos verdes y grandes, pestañas largas, tez blanca. Delgada. Altura 1'63



RAYNEE BO SUMMERS / RAY
 (se pronuncia rei-ni bo so-mers/ rei)


Descripción física: 13 años. Cabello rojo vivo y ondulado, ojos verdes y almendrados, pestañas largas, tez blanca con pecas. Delgada. Altura: 1'53



AILEEN KAEO / LEEN / LEENIE
(se pronuncia ai-lin kei-o / lin / li-ni)


Descripción física: 16 años. Cabello castaño con rayos de luz naturales y lacio, ojos color miel y achinados, piel morena. Delgada. Altura: 1'60. 



XAVIER MAHUIKI / X
(se pronuncia sa-vier ma-jui-ki / ex)


Descripción física: 17 años, cuerpo atlético, musculoso, piel morena, cabello negro, ojos marrón oscuro y achinados. Altura: 1'90



PRÓLOGO




Me encontraba en medio de una ciudad desconocida entre un mar de gente que iba y venía de prisa. Unos conversaban en voz alta por teléfono, otros caminaban sin desviar su mirada del frente y algunos paseaban a sus mascotas. No reconocía ningún rostro, no sabía donde me encontraba, mi mente daba vueltas y comencé a marearme. Entonces la vi. Mamá. Lucía hermosa como siempre, pero se le veía más joven. Me alegré al verla, la echaba mucho de menos. Ella parecía andar haciendo mandados. 

—¡Mamá! —Grité entre la muchedumbre.— Ella siguió su camino sin parecer haberme escuchado. Rápidamente la seguí, gritando mientras me abría paso entre la gente.— Mamá, espera. —Al alcanzarla le tomé el brazo. Ella se volteó, mirándome con el ceño fruncido.

—Creo que te equivocaste…  —Me respondió con su vista puesta en la mano que tenía alrededor de su brazo. De inmediato la solté. 

—Mamá soy yo, Daena… —Le dije. Ella me miró confundida.— Soy tu hija, mamá.

—Usted está equivocada señorita, yo no tengo hijos. Me debe estar confundiendo por otra persona, disculpe. —Dijo ella retirándose. No entendía lo que sucedía. Mamá no me reconocía. Se me hizo un nudo en el estómago y la seguí, llorando.

—Mamá por favor, no te marches. Te extraño. ¡Mamá! ¡Por favor! Raynee y yo te necesitamos.

Su paso era rápido y constante y me era difícil seguirla. Ella entró a un edificio y yo entré tras ella. Se subió al elevador y se cerraron las puertas, pero tras ver el piso al que se dirigía, subí en el otro elevador. Cuando se abrieron las puertas al llegar al noveno piso del edificio, salí rápidamente y miré a ambos lados. La divisé entrando a una habitación y de nuevo la seguí. Cuando entré en la habitación ella yacía junto a la ventana abierta, con su espalda hacia mí. El viento que entraba por el ventanal hacía danzar sus cabellos y su vestido azul revoloteaba.

—Mamá… —Susurré. Ella me miró por encima de su hombro, se subió al borde de la ventana y desapareció, consumida en una luz blanca cegadora. Corrí hacia la ventana y miré hacia abajo pero ella no estaba en ninguna parte.

—¡Mamá! ¡NOOOO! ¡Mamá, por favor vuelve, te necesito! Ya no puedo más… —Las lágrimas corrían descontroladamente por mis mejillas. Podía sentir el gélido viento golpear mi rostro. 

—¡Daena! —Escuché una voz masculina gritar a lo lejos.— ¡Daena!

Inmediatamente desperté del sonambulismo en el que me encontraba. Estaba parada al borde de la ventana de mi habitación. El vértigo me invadió y mi pie resbaló. Mi padre rápidamente me tomó en brazos y me entró en la habitación. Lo abracé fuertemente. 

—Papá… —Solté sollozando.

—Tranquila cariño, fue sólo un sueño. Ya estás a salvo. —Dijo acariciando suavemente mi cabello. 

—¿Papá? —Escuché la voz de mi hermana Raynee entrando en mi habitación.— ¿Qué sucede?

—Era Mamá, Papá. La vi, pero e-ella desapareció…

—Shhhhhh…tranquila. Ven, acuéstate Dae. —Dijo él guiándome hacia la cama. Mi hermana se acercó y se acostó a mi lado. Colocó un brazo sobre mí. 

—Todo va a estar bien D, no te preocupes. —Susurró a mi oído con su dulce voz.

Envuelta en los fuertes brazos de mi padre y con mi hermana a mi lado, pronto me quedé dormida. Esta vez para despertar al día siguiente. 

Abrí mis ojos, aún estaba en mi cama, a salvo. Me encaminé hacia el baño de mi habitación y miré mi apariencia. Además de mi cabello negro totalmente desgreñado, mi tez blanca estaba extremadamente pálida, mucho más de lo normal. Mis labios eran de un color morado y tenía ojeras debajo de mis ojos. De repente me mareé y me tomé del lavabo. Un fuerte dolor de cabeza me atacó, así que me enderecé y me dirigí a la habitación de mi padre a buscar algún medicamento para aliviar el dolor. Al salir de mi habitación escuché la voz de Papá. 

—Sí, en la ventana cuando entré a su habitación. —Dijo, luego hubo un momento de silencio.— No sé, sólo dijo que había visto a Rachel. —De nuevo silencio.— ¿Crees que sea necesario llevarla al psicólogo?…Claro, han sufrido mucho por la pérdida de su madre.

Lentamente bajé las escaleras hacia la planta baja de donde provenía la voz. 

—Sí, tienes razón, gracias. Llamaré luego para pedir una cita con ella… 
Bueno ha-hablamos después, gracias de nuevo. —Se despidió mi padre de la persona al otro lado del auricular y colgó su teléfono.

—¿Cómo te sientes, cariño? —Inquirió. De repente se me olvidó el dolor de cabeza que tenía.— ¿Crees que me he vuelto loca Papá? —Le pregunté sintiéndome un poco triste.

—No, hija, para nada.

—Entonces, ¿porqué me quieres llevar a terapia? Eso es sólo para los locos.

—No, cariño…pienso que deberías visitar un psicólogo, para que converses acerca de lo que sientes, que reconozcas lo que te atormenta. La madre de Leen me recomendó una psicóloga muy buena y dice que te ayudará mucho a resolver lo que sientes.

—¡No! —Respondí enfurecida.— No quiero hablar con nadie, no quiero ir donde una psicóloga…

—Pero hija, ya son varios meses que no puedes dormir por las pesadillas, y anoche me asusté mucho. Si no hubiese llegado en ese momento no sé que te pudo haber pasado. —Sus ojos comenzaron a inundarse.— No me perdonaría jamás si algo llegara a pasarte. —Corrí hacia él y lo abracé.

—Bueno Papá, iré a terapia, pero si siento que no me está ayudando en nada hablar con una completa desconocida no asistiré más a las sesiones.

—De acuerdo. Sólo quiero que estés bien.


Después de tomar un desayuno ligero, tomé las llaves del auto que Papá me había regalado el año anterior para salir rumbo a la secundaria. 

—Raynee, vamos. —Anuncié hacia la segunda planta de nuestra casa para que mi hermana se apresurara.

—Enseguida bajo. —Gritó ella de vuelta.
Me despedí de Papá y me encaminé hacia el auto. Esperé a mi hermana un par de minutos y finalmente subió del lado del copiloto. Viajamos en silencio salvo por la radio que iba encendida y Raynee Bo cantando en voz baja al ritmo de las canciones que pasaba la emisora. Dejé a Raynee en su institución a unas cuadras de mi secundaria y luego continué mi camino. Le subí a la radio y comencé a cantar la canción que sonaba hasta llegar al estacionamiento de la secundaria de Lahaina, donde me estacioné. Bajé del auto e inmediatamente divisé el coche de la madre de Leen, mi mejor amiga. Aileen y yo habíamos formado una amistad cercana desde el primer día que me mudé a Lahaina en Hawaii, hace siete años atrás. Era una típica chica isleña de un largo cabello castaño con reflejos rubios naturalmente decolorados por la combinación de agua de mar y sol. Su rostro reflejaba la inocencia que aún con diecisiete años seguía teniendo. Leenie siempre andaba alegre, lo cual me había ayudado a recuperar un poco de la felicidad que había perdido. A ella le gustaba complementar su atuendo con accesorios en el cabello, collares y brazaletes, pero en mi opinión su mejor accesorio era su sonrisa. 

—¡Leen! —Exclamé mientras corría hacia ella. Inmediatamente Leen giró sobre sus pies y me miró. Corrió hacia mí y me abrazó fuerte. Cuando logré soltarme de su abrazo de oso, miré la preocupación en sus pequeños ojos almendrados.

—Amiga, ¿cómo estás? ¿Cómo te sientes? Me tenías tan preocupada desde que escuché esta mañana lo que te pasó…

—Tu mamá te contó…  —Dije poniendo los ojos en blanco. Lo último que quería era que toda la institución pensara que me estaba volviendo loca si se enteraban de esto.

—¡Claro que me contó! ¡Soy tu mejor amiga! ¿Cuánto tiempo llevamos siendo mejores amigas, siete años? Es obvio que necesitaba saberlo…  —Comenzó con tono de reproche. 

—Ya, bueno, supongo que tienes razón. —Le dije.— Pero no quiero que toda la escuela se entere de esto. No fue nada…  —Dije convenciéndome a mi misma más de lo que convencía a Leenie.— Sí tranquila, nadie sabrá por parte mía.

—¡Dae! —Escuché la voz de mi amigo Xavier gritar detrás de mí. —Oye, ¿cómo estás? ¿No te ocurrió nada? —Dijo entre jadeos al llegar junto a nosotras.

—¡¿Qué?! ¿Cómo te enteraste? —Inquirí e inmediatamente miré a mi mejor amiga.— ¿Qué pasó con que nadie se enteraría de parte tuya?
—¡Ay! Pero si es sólo X...Además te dije eso hace como dos minutos y ya le había dicho a Xavier, no podía revertirlo. 

—¡Ugh! Pero de veras Aileen, ¡a nadie más!

—Sí, sí, tranquila…

—Pero Dae ¿estás bien? —Preguntó X de nuevo.

—Sí, no fue como que me lancé de la ventana, sólo me paré al borde de ella…  —Solté como queriendo hacer una broma de mi episodio la noche anterior. Ninguno de mis amigos rió.

—Oye, pero la Sra. Roxanne es una excelente psicóloga. Hace unos años atrás sacó a mi madre de una depresión terrible. Yo creo que te hará bien ir.

—¿Te van a mandar al hospital de locos?- Inquirió X con tono de burla.

—No, tonto. Roxanne es una psicóloga, no una psiquiatra. —Le respondió Leen con gesto de eres-un- idiota.

—No pienso que sea necesario… —Dije.— Pero Papá está preocupado, así que accedí a ir a terapia con ella.


—Que bueno. —Dijo mi amiga sonriente.— Vas a ver que te va a hacer bien…